Reflexiones sobre un jarrón

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Hace poco me topé con un recuerdo familiar, más bien un objeto presente en infancia, no es que estuviera escondido, simplemente volví a mirarlo, es de esos objetos que acumulan costumbre de tanto pasar a su lado y al final aun estando frente a nosotros un buen día dejamos de verlos. Es un jarrón, blanco, de esos que en las películas antiguas usaban para darse un baño, fina porcelana blanca manchada por pintados ramilletes de florecillas rosas y violetas. No recordé el objeto en si, ni me vinieron a la mente mil imágenes de la infancia, si, el hecho del porqué el pico del jarrón estaba partido, pegado torpemente.
Un día, contaría con siete u ocho años, me vi en una de mis innumerables tardes solitarias mientras mi madre estudiaba en la universidad (tenía mis propias llaves y me quedaba sólo en casa desde que tengo recuerdos, y lo disfrutaba mucho) estaba jugando al fútbol contra mi mismo en el salón, algo que por supuesto tenía prohibido (creo que era lo único que tenía prohibido, eso y abrir la puerta a extraños), y como era de esperar tarde o temprano se produciría alguna baja, ese fue el día elegido, tras un tremendo chut, y con una precisión propia de un jugador de primera, acerté en el jarrón, cayó de su preciosa base, también de porcelana, y estrepitosamente dio contra el suelo, menos mal que teníamos moqueta, aun así el único daño era más que evidente, el pico se había roto, tras descongelarme del miedo inicial de imaginarme contándoselo a mi madre, me di cuenta de que quedaba al menos una hora hasta su vuelta, y como buen niño tenía que ocultar el crimen a toda costa, negándolo rotundamente si era necesario, tras sopesar las posibilidades (extraterrestres, un ladrón secreto que entró por la ventana, un insólito viento, un sin querer poco creíble, ya que el lugar donde se encontraba el jarrón era relativamente inaccesible por mi baja altura, etc… nunca me faltó imaginación ) fui corriendo por pegamento, hice lo que pude, aunque la herida era muy evidente. No se le escapó a mi madre, y la reprimenda fue justificada, hasta con siete u ocho años podía entenderlo:
- “maxiiiiiiiiito, para las pocas cosas que te pido que no hagas”, dijo mi madre.
Siempre esas reprimendas que abogaban por mi propia culpa y responsabilidad hacían más efecto que un grito o castigo. Y claro, bajé la mirada y me sentí como el culo, al parecer era un antiguo recuerdo de la abuelita, a la que dicho sea de paso, quería mucho.

Hasta ahí el recuerdo, y el otro día contemplando esa huella de una de mis primeras cagadas, con más de 30 años, me vino la siguiente reflexión.
Me di cuenta que el jarrón había sobrevivido con bastante decoro, que la herida no era para tanto, pero no se porqué motivo algo me llamaba la atención, era el hecho de que ya no estaba “íntegro”, bastaba una pequeña herida para que perdiese gran parte de su belleza. Imaginé un jarrón más dañado todavía, roto en decenas de pedazos y recompuesto, quizás pudiera continuar con su función igual antes que después de ser pegado trozo a trozo, quizás el jarrón siga siendo jarrón, pero algo, inevitablemente ya se había perdido.
Una ruptura puede ser reparable, pero las huellas no.
Claro, me fue imposible no extrapolar esta reflexión a parcelas de mi vida.
Muchas veces me rompí, hace poco más de un año me quebré del todo, en decenas de pedazos, supongo que estaba contendiendo mucha energía de cosas mas antiguas y bastó un pequeño chut infantil para destrozarme, mi suelo en los últimos años no era de moqueta precisamente, el ruido fue grande, las piezas muchas, y esparcidas por todos lados.
Y si, la vida nos va pegando trozo a trozo, salvo la muerte, todas las demás heridas cicatrizan, todas las piezas vuelven a encajar, pero las huellas… ¡ay las huellas! esas no desaparecen.
Roto, pegado, reconstruido,
si,
pero quiero seguir pensando
que sigo siendo jarrón,
eso es lo que quiero pensar
me esfuerzo cada minuto
en no olvidarlo.

Comments (2)

bonita historia que evoca más historias en cada ojos que la lean...
bonita reflexión, aunque, hasta cierto punto para mi incorrecta.
Que un jarrón, tuerto, siga siendo jarrón, está claro. Que las huellas no desaparecen, también.

Que uno se rompe, le rompen, le pisan, le duelen, le lloran...que a uno lo descomponen, lo hacen añicos, trizas....también.

Pero no somos jarrones, por suerte, ni somos sillas cojas en equilibrio. No somos una moqueta a la que una niña le cortó el pelo....porque cada vez que me lo corto, me vuelve a crecer...
Y cada vez que me rompan, me vuelvo a formar, de distinta forma, para que no me rompan más por ahí(a ser posible).
Las heridas y las huellas, se pueden borrar, se pueden limar, lijar y adaptar a la nueva forma...por algo existe la restauración...se necesita ser minucioso y paciente...habilidoso y no rendirse...
Las personas tenemos esa suerte, somos el objeto y la mano que lo depura.
Por eso, no hay que meter el dedo en la llaga, más bien esterilizarla.
La vida es son penas y alegrías,unas sin otras no tienen sentido.
Por este mundo de jarrones estrafalarios.

titos maxiiiito

Q curioso, un día de agosto escribia a medias un cuento con mi sobrina en el q la protagonista era una niña q rompía un jarrón mientras sus padres estaban fuera de casa. Su hermanito pequeño le dió la solución milagrosa: pegar los trocitos con un pegamento especial para jarrones chinos. Una vez recompuesto el jarrón, el niño se lo enseñó a su hermana que se quedó mirando sin comprender puesto q su hermano había hecho una composición al más puro estilo Picasso en su época cubista. Cuando la madre regresó y vió aquella abrió la boca en forma de AHH rabiosa y enfurecida, mientras corría con las manos sobre la cabeza para echar una reprimenda al niño. Por suerte, en ese momento intervino el perro (como bien es sabido defienden siempre a los miembros más peques de la casa) avalanzándose sobre la madre airada que se apartó, yendo las patitas del perro a caer sobre el jarrón justo detrás de la madre. El jarrón se fue a tomar por culo para siempre. Moraleja: no dejes NUNCA a los niños solos y enseña a tus mascotas a tener un respeto al lider o lideresa de la manada.
epílogo: el jarrón se puede volver a pegar por 3ª vez. No pasa nada.

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