Anoche/los sueños/lo inmortal:

Volví a soñar, y despertar, y volver a soñar…

Al principio era condenado a una cárcel, tuve mucho miedo, no existía el color allí, celdas como rascacielos infinitos hacia el cielo, pero me acostumbré con los años, los barrotes se hicieron parte del paisaje, curioso era el hecho de que yo podía entrar y salir cuando quería, pero me eran ya amables mis compañeros, me mareaba ya el color y la luz de afuera, había encontrado mi mundo al fin, la paz.

Desperté sudando, y recordé ya consiente la frase:

“no hay prisiones, sólo prisioneros”

Una hora después volví a dormir, y a soñar de nuevo:

Costa catalana, yo sólo en una caravana que se conducía sola, jugaba a las cartas conmigo contra mí, y reíamos, paré a repostar en una pastelería, atendía una hermosa pelirroja, de labios de fresa y sonrisa de sol, no me hacia ni caso, sólo al tipo que estaba a mi lado, bello, alto, ojos azules, me sentí mierda. Volví a las semanas para intentar hablar con ella, el tipo ya no estaba, yo en el sueño como en la vida real, me quedé paralizado ante la belleza, atravesé torpe el mostrador, disparé un tímido beso, vi su cara de estupor (¿susto?), y salí corriendo.

Volví a despertar, no del todo, el sueño siguió en la costa catalana, pescaba tiburones enormes con mi padre, era como torear, pero en el mar, esperando a que saltaran con sus fauces (enoooormes) hacia uno, te tenías que apartar y al mismo tiempo tirar el anzuelo de la caña a su boca, no había miedo, si mucha diversión.

Fin del sueño

Esta mañana/lo real/lo mortal:

me despertó el sonido de las gotas en la ventana

hoy llueve en Madrid, y sale el sol, y se oscurece

y vuelve a llover

sonó el teléfono: mi mortal banco me apremia a convertir mis números rojos en negros

yo digo que no puedo, que hagan lo que quieran

total, no tienen nada que quitarme,

¿mi guitarra, mis libros, mi cámara, mi Pc? eso no es nada

tanto escándalo por cambiar de color unos números, que estupidez

después me llegó un mensaje de Telefónica al móvil: mi línea será interrumpida por impago

¿y que me importa?, si cada vez hablo menos con el mundo, mejor, puedo continuar con la espiral de aislamiento que practico, (voy adquiriendo el grado de maestría en el arte de las lágrimas, la lectura y el vino) hace tiempo dejé las calles, llevo en esta habitación semanas (¿meses? perdí la cuenta), después dejé las conversaciones, las gentes (me quede con uno o dos), voy abandonando a las personas a la que pueda preocupar, eso me cuesta lágrimas, pero lo siento necesario, para que cuando emprenda el largo viaje que planifico no me extrañen (si me voy bien, y si no todo seguirá igual, pero conviene estar preparado). Hace días abandoné también la luz, no se abren estas cortinas, así que envié un mensaje a Telefónica que decía: gracias. No creo que lo hayan recibido.

Me senté a mirar las cortinas, el sol las quiere atravesar, se arrepiente después, golpea la lluvia el cristal de atrás, como llamándome, y yo extraño pescar tiburones con mi padre.

Extraño un padre.