Cotidianas I

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Los cascabeles de mi jardín se pusieron a cantar

me despertaron tarde hoy en las mañanas

(su sonido es como el del patio de una escuela durante el recreo,

pero lejano)

el viento me silbó algo al oído (no entendí bien que quería, tan temprano no dilucido bien)

y aunque estuviese en lo afuera de estas paredes, en lo allá de esta ventana

(sólo hay una, pero grande)

olía a frío,

tenía el color del frío, hoy quizás un poco ocre

y su característico sabor a sal marina

me lo desayuné despacito.


El águila sindical midió las corrientes, negó con la cabeza muy serio, y a pesar de la oposición de los mirlos y albatros, llevó hoy a la huelga a todos los pájaros

así que no pude encender mi chimenea de plumas.

Me di mi ducha habitual de espinas áureas

y ya limpito y purificado planifiqué una nueva muerte perfecta (y con esta van 7)

renové mi estómago dándole un poco de aire

(¡que gran ejercito son mis hígados y mi estómagos, no confiesan sangre ni dolor aun ante las picanas o las guillotinas fermentadas!)

y me reventé la cabeza contra el suelo


aún queda la tarde

y toda una noche

de combate estomacal.



(Nota del autor: gracias Andrea por la muerte del minotauro)

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